En una conferencia amena.

Buenos Aires. Agosto 4 

Los viajes deben abrir a la soledad y ésta a la libertad.

Desde la sabiduría del conferencista, Henry sentía que todo aquello era importante, muy importante, trascendente, muy trascendente, prácticamente un dechado maravilloso de cosas útiles y determinantes para la vida, la vida adecuada, la marcada por la nobleza y el donaire de las mentes claras.

Por supuesto, aquella catarata de conocimientos era tan profunda, tan clara, tan benefactora a su inteligencia, que le tranquilizaba y ese estado lo transfería a una actitud de observador agudo y sereno, tan sereno, que lo hacía levitar hacia unas lámparas grandes, doradas, elegantes, constituidas por una aglomeración transparente de lagrimas de cristal que conformaban una especie de cavidad no frutal, aunque similar a un corozo lúcido y serio, dentro del cual nacía el día y semejaba el sol como centro de un sistema, pequeño en términos siderales pero desbordante para los seres humanos, tan pequeños y pasajeros, tan transitorios, tan escasamente concretos.

De allí dio un salto reflexivo hacia la teoría de la cohesión de los vacíos estructurados a base de distancia entre materias aisladas, pero impermeables, como la piel, el cuero y, en general, las superficies de los seres vivos. ¿Qué es lo que la suma de los vacíos del universo no deja permear, no deja entrar? Los fluidos acuosos. No la humedad de las cremas, y menos, las de soluciones evaporables como el alcohol o las oleaginosas, materias que, está demostrado, penetran los espacios de la piel. Nunca ha sucedido que alguien se llene de agua por vía de contacto. De la misma forma, en consecuencia, y este es el gozne, la unión: los espacios del universo no son llenados por el agua que los contiene.

Demostrado ya, que al universo, en cuanto sistema, no le entra agua, la pregunta obligada es: ¿y de donde sale la lluvia? Aquí debe hacerse una distinción: el agua que no entra al universo no es la misma sustancia que conforma lo que en este específico mundo se conoce como “agua”. Segundo, la sustancia acuosa es universo céntrica y autosuficiente y, por tanto, no se comparte con sustancias, geles, pomadas o, en general, aplicativos de naturaleza puntual y descentrada. Tercero, sentada la diferencia señalada, el agua que no entra al universo no es la misma, ni tiene parentesco, con la que llueve en el planeta tierra o la que subyace bajo estratos diversos en otros cuerpos celestes.

No obstante la física y férrea distinción, estas sustancias generan equilibrio de convivencia molecular. Porque teniendo lo externo un pequeño pariente en lo interno, no pretende hacerle daño y, en contraposición o contraprestación, lo interno, el quantum acuoso del sistema solar, es hidrogeno 2 y oxigeno 1, y no quiere, no pretende, conocer, abordar, llegar, a su pariente, tutor, padre, y horizonte de regulación, sino que simplemente se siente cómodo, y se amolda, presintiendo , por lo demás, y permítanme esta digresión, lo que Pewtrrgrontw ha llamado, según traducción libre: una adecuada y equilibrada convivencia.

El sueño, tanto el mortal como el eterno, es delicioso y su análisis constituye un signo, un símbolo, un rescate de valía, de valor.

Pero, resultó que a la media noche había demasiado calor. Bebió agua de un vaso puesto en la mesita de noche, la cual era evidente que había sido instalada cuando terminaron las conferencias. También estaban allí las llaves del salón.

¿Por qué nadie hablaba? ¿Por qué no había nadie en ese enorme salón presidido por tan bárbaro equipaje de lágrimas de cristal?

Recordaba los principios jurídicos tutelares, la aplicación práctica del sistema de solución de controversias y una mejora sustancial en algunos conceptos impresos en diapositivas, pero, además, tenía la sensación borrascosa de un sueño pesadísimo, violento, casi torvo, y no entendía cómo podía estar solo, cubierto por una frazada y con una almohada, una lamparita, un libro, una mesa con comida y un digestivo. No recordaba haberse emborrachado, ni de saludos o despedidas. Todos se fueron, se dijo, “pero sé donde estoy”.

Por lo tanto, continuó durmiendo plácidamente. “Pero me despertaron a las dos de la mañana para tomar el taxi que me llevaría al aeropuerto.”

¿Y los otros días? ¿Qué se hicieron los otros días? Preguntó.

Tomo la palabra. Puedo estar en precarias condiciones pero no permito ser narrado. Ahora soy yo quien se comunica y quiere respuestas.

Nada, ha dormido usted muy bien

  • – ¿Y mi hotel?
  • – Nada, se dio el aviso y se comunicó que usted quería seguir durmiendo.
  • – Y la seguridad jurídica?
  • – preservada.
  • – ¿y la el principio del non bis in idem?
  • – preservado
  • – ¡Puedo tomar una ducha?
  • – Sí, sí, siga usted, se le ha asignado el baño de la servidumbre.
  • – Muy amables.Salí pues muy bañado y afeitado y tomé el taxi.Cuando llegué nuevamente a mi ciudad de origen continué mis actividades normales y volví a ver a los colegas que asistieron conmigo a tan importante evento, pero nunca he tenido oportunidad de preguntarles por lo sucedido, ni ellos han tocado el tema.Bueno, todo puede suceder, y sucedió específicamente, en el viaje. Es la manera que los viajes abren a la soledad y constituye el precio de asomarse a la libertad.

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